Brené Brown dice que las dos palabras más poderosas cuando estamos pasando por un momento difícil son: “Yo también”. Estas simples palabras pueden sacarnos de la soledad en segundos. Con ellas sabemos que no estamos solos. Entendemos que somos vistos por los demás. Confiamos en ser escuchados. Es poderoso.
Los jóvenes necesitan honestidad y espacio seguro para ser vulnerables
Los jóvenes necesitan conocer este consuelo, este poder. Con tasas de suicidio, autolesiones, depresión y ansiedad en niveles récord entre los estudiantes, como líderes tenemos que hacer todo lo posible para quitarnos las “máscaras” que estamos usando y dejar que se vea nuestro yo vulnerable. Los días en los nos que nos esforzábamos para ponernos las botas y sonreír han demostrado ser dañinos. Afortunadamente, somos más conscientes de la necesidad de honestidad. Es por eso por lo que es importante el: “Yo también”.
Cuando leí este artículo del New York Times que les dio a los adolescentes una voz para articular sus experiencias durante la pandemia a través de la poesía, la prosa y el arte, supe que necesitaba usar sus historias para ayudar a animar a los jóvenes bajo mi cuidado. Pensé que, si mis jóvenes pudieran escuchar las experiencias de otros adolescentes, tal esto podría reconfortarles después de un año de pérdidas, decepciones, miedo y aislamiento. Quería que encontraran un espacio donde pudieran sentir un profundo suspiro de “Yo también”.
“El New York Times, a través de su Red de Aprendizaje, hizo la pregunta, y llegaron más de 5.500 respuestas. En palabras e imágenes, audio y video, informaron que, en muchos sentidos, este fue un desastre que definió a una generación … Pero muchos también se sorprendieron a sí mismos … Y, quizás en este importante momento de la vida centrado en descubrir quién eres, se reinventaron.”
Mayoría de edad: adolescentes en un año que lo cambió todo
New York Times
Contar historias: una actividad curativa
En lugar de reunirnos dentro del edificio con nuestros estudiantes, hemos estado organizando “Domingos alrededor de la fogata” en nuestro patio trasero durante los últimos meses, así que en una de esas noches les dije a los estudiantes que haríamos algo un poco diferente y los invité a unirse a nosotros. Cuando llegaron, encontraron el artículo impreso y alineado con nuestra cerca. Después de nuestra cena habitual y contar las experiencias buenas y no tan buenas de la semana, los invité a que se tomaran su tiempo y leyeran las historias de los estudiantes de todo el país y sus experiencias durante la pandemia.
Los estudiantes tardaron unos 30 minutos en caminar por la cerca y asimilar cada historia. Luego les entregué diarios y los animé a que se tomaran un tiempo para considerar las historias que habían leído, escribieran una reflexión personal aquellas que les habían llamado la atención y luego comenzaran a contar sus propias historias, ya sea escribiendo, dibujando, haciendo garabatos … lo que quisieran hacer para expresarse ellos mismos y sus sentimientos (me aseguré de tener muchos lápices de colores y marcadores disponibles).
Los estudiantes estuvieron muy callados y comprometidos durante al menos una hora durante todo este proceso, y la única razón por la que se detuvieron fue porque los padres estaban llegando a recogerlos. Pero antes de despedirnos, nos tomamos unos minutos para que compartieran (si así lo deseaban) un poco de sus propias historias. Fue un momento sagrado.
Esta noche no fue un fin en sí misma, sino simplemente un par de pasos hacia adelante en lo que será un largo camino de curación de este último año. Esperamos continuar con este proceso de llevar un diario y contar historias. Incluso podemos escribir nuestras propias historias para que nuestra congregación las lea, para que puedan compartir un momento de historias de sanación. Para que puedan escuchar a alguien decir: “Yo también”.
Foto por Annie Spratt on Unsplash.
Traducido por Luis Hernandez Rivas.
Luis is a seminarian studying at Virginia Theological Seminary and a Postulant for Holy Orders from the Diocese of New York. A member of the Franciscan Solidarity Table, Br. Luis is also part of the team of facilitators of Academia Ecuménica de Liderazgo, the Council of Advice of Latino Ministries, and other church wide initiatives. He is an aviation afficionado and loves local restaurants and long walks with his spouse Ken and their dog Jon.