Mi propia experiencia de “Las Posadas”
De niña crecí en una familia multicultural. Tuve el privilegio de celebrar el adviento y la navidad de muchas maneras diferentes. Yo crecí en una familia donde había días para cantar villancicos, hacer tamales “ticos” (costarricenses) y café, y en otros días, cantábamos Las Posadas, hacíamos tamales mexicanos y tomábamos champurrado.
Para el tiempo de mi adolescencia, Las Posadas se habían convertido en una tradición bien establecida en Costa Rica, aunque sabíamos que las posadas ticas no eran como las posadas originales en México. Nuestras Posadas eran organizadas principalmente por la Iglesia y tenían un carácter religioso. Hasta el Padre llegaba y hacía presencia algunas veces. Las posadas no sucedían todos los nueve días antes de la Navidad, pero si nos reuníamos unas dos o tres veces para recordar la historia de María y José buscando un lugar donde quedarse porque ya iba a nacer “el niño Dios”. Nosotros actuábamos la historia. El coro de la Iglesia nos guiaba cantando villancicos. Hacíamos oraciones por las necesidades de la comunidad, de la Iglesia, y siempre compartíamos un tamalito y café.
En el 2005, al inmigrar a los Estados Unidos, me di cuenta de que Las Posadas se habían convertido en una de las celebraciones más importantes para la comunidad hispana. Como directora del coro hispano en el Centro Católico San Pablo, en Bloomington, Indiana, yo era parte del grupo de líderes que organizaba a los miembros de nuestra pequeña comunidad. Las personas se ofrecían como voluntarios para celebrar Las Posadas en sus casas y una comida tradicional para los invitados. Aunque el invierno en Indiana puede ser muy frio, igual comenzábamos reuniéndonos en un punto fijo del barrio donde vivía la familia anfitriona. Luego hacíamos la procesión con las estatuillas de los peregrinos. Los peregrinos eran estatuillas de José y María embarazada y en un burrito, que cargábamos en una pequeña plataforma cuadrada con agarraderas en cada esquina, adornada con pastoras, las flores de la Navidad, y que las personas se turnaban en llevar, cargando de casa en casa. Las estaciones eran las casas de los vecinos con quienes los anfitriones habían arreglado previamente para que pudiéramos ir a visitar y cantar la canción de La Posada ahí.
En cada estación cantábamos un verso o dos de la canción de La Posada. Cuando llegábamos a cada casa, la procesión se dividía en dos grupos: los de adentro y los de afuera. El grupo de afuera, que llevaba los peregrinos, tocaba la puerta y cantaba el verso de la canción pidiendo posada, y luego los de adentro respondían cantando y echando afuera a los desconocidos peregrinos . . . que sospechosamente tocaban la puerta en medio de la noche . . . y, además, como dice la canción . . . capaz que era “algún tunante . . . y Dios nos libre de los criminales que andan merodeando en la calle”. Después de negar espacio dentro de la posada, la procesión continuaba. Cantábamos villancicos navideños mientras caminábamos con candelas en nuestras manos, hasta llegar a la siguiente estación.
En la última estación, que es usualmente la casa de la familia anfitriona, cantábamos los dos últimos versos, en donde María y José eran recibidos finalmente e invitados a entrar, no solo en la casa, sino también en nuestros corazones por el resto del año. Después de esto, disfrutábamos de una fiesta inspirada en la bienvenida, que incluía una piñata para los niños.
La fiesta y la piñata eran de gran significado para Las Posadas, ya que son símbolos de las gracias que recibimos de Dios, y que celebramos con el mayor de los regalos, que es Jesús, el niño Dios, nuestro Salvador. La piñata tradicional tiene siete triángulos que salen de un círculo. Cada uno de estos triángulos es símbolo de un pecado capital (de acuerdo con la religión católica romana). Al golpear la piñata, estábamos destruyendo el poder del pecado, y los dulces que caían simbolizaban la dulce gracia de Dios que cae indiscriminadamente sobre todes les hijes de Dios.
El origen triple de “Las Posadas”
Cuando pienso en el origen de Las Posadas, me gusta pensar que tiene un origen triple porque está inspirada en la historia de salvación del pueblo de Dios, donde Dios amó tanto al mundo que se encarnó en forma humana para salvar al mundo. Las Posadas también tienen un origen histórico en la época de la colonización, y tiene un origen fenomenológico porque evolucionó muy rápidamente como una respuesta de inculturación y religiosidad popular en México.
En el suplemento “Lugar en el mesón: Ideas para celebrar posadas“, Hugo Olaiz, editor en español de Forward Movement, ofrece este resumen de la tradición:
“En México y partes de América Central, Colombia, Venezuela y Ecuador, es tradicional hacer posadas los nueve días antes de navidad, desde el 16 hasta el 24 de diciembre. Las posadas son una representación del largo y difícil recorrido que María y José hicieron cuando buscaban un lugar donde Jesús naciera. Las posadas reviven la historia que leemos en Lucas 2:1–7, pero con un giro inesperado, y un final feliz: el ‘posadero’ recibe a María y José. Las posadas nos enseñan que cuando recibimos al pobre y al necesitado, estamos recibiendo a Jesús. (Ver Mateo 25:40)”.1
Se atribuye al fraile agustino Diego de Soria la aprobación papal en 1586 para que se celebraran misas especiales de Navidad llamadas “Misas de Aguinaldo” en todo México durante los nueve días previos al día de Navidad (ver “‘Las Posadas’, nueve días de celebración en México”, The Yucatán Times [15 de diciembre de 2016]). Sin embargo, es importante reconocer que una de las principales razones por las que las comunidades aztecas aceptaron las celebraciones católicas romanas fue que se alineaban casi perfectamente con las celebraciones de las deidades aztecas. Por ejemplo, según el calendario azteca, Tonantzin (la madre de los dioses) se celebra en el solsticio de invierno, y el dios del sol, Huitzilopochtli, nació durante el mes de diciembre.
Olaiz señala que “como suele ocurrir en expresiones de religiosidad popular, la tradición y la canción varían de región en región”,2 pero las ideas de acoger al niño Jesús, los dones de la gracia y la salvación, la acogida al extranjero, la hospitalidad y la reunión como familia de Dios son todas las mismas.
Un breve comentario sobre la religiosidad popular en América Latina
Aunque muchos de los relatos de la época de la colonización nos dicen que los españoles lograron erradicar y eliminar la cultura indígena, ahora sabemos que fue mucho más complicado que eso. Creo que una de las enseñanzas más importantes que nos dejan las tradiciones como las Posadas, el Día de los Muertos o la celebración de Nuestra Señora de Guadalupe, es que la cultura y las celebraciones indígenas no desaparecieron, sino que adoptaron una forma diferente. Además, las expresiones religiosas españolas no permanecieron iguales, sino que se transformaron a través de un proceso de inculturación: los indígenas se adaptaron al cristianismo, y el cristianismo ortodoxo también fue moldeado por la comprensión indígena de la espiritualidad.
Cada vez que celebramos Las Posadas, el Día de Muertos o La Virgen de Guadalupe, estamos abrazando una creencia cristiana que ha sido moldeada por la comprensión indígena de la comunidad, el cosmos y la espiritualidad. En estas celebraciones, la música alegre, las comidas nativas, las procesiones, los disfraces y las piñatas juegan un papel significativo en una celebración religiosa de muchas capas de complejidad.
Aunque muchos de los libros sobre la historia de la evangelización de México cuentan que los misioneros estaban haciendo avances para que los indígenas aceptaran la lengua española y el cristianismo como un nuevo sistema de creencias, el antropólogo J. Jorge Klor de Alva describe los relatos de los frailes del siglo XVI como misioneros, en lo que hoy conocemos como México, de una manera diferente y mucho más creíble. En su ensayo “Espiritualidad azteca y cristianismo nahuatizado”, Klor de Alva detalla los relatos de frailes como Bernardino de Sahagún (1499–1590) y Diego Durán (1537–1588), quienes registraron constantes problemas con los nativos debido a “ignorancia, indiferencia y resistencia a las enseñanzas de la iglesia”, lo que sugiere que pocos, si es que había alguno, eran verdaderos creyentes (cristianos).3 Klor de Alva también escribe que para el siglo XVII, casi todos los mexicanos (o nativos de México) fueron empujados a vivir en áreas rurales, alrededor de haciendas y otras unidades productivas, y en general, los nativos no formaban parte de la vida económica, política o religiosa de la colonia española. Klor de Alva señala que, para esa época, la iglesia suponía que todos habían sido bautizados y evangelizados, y solo esporádicamente, los sacerdotes encontraban evidencia de “actividad idólatra”.
Parece que, al verse alejados de los centros políticos y por la falta de recursos, las comunidades indígenas se encargaron de desarrollar su propio cristianismo, encontrando una manera de que tanto el sistema de creencias azteca como el cristianismo coexistieran, se mezclaran y se equilibraran. Una espiritualidad y una religiosidad popular con una supervisión mínima de la iglesia se desarrollaron como consecuencia de su adaptación y su propia comprensión del cristianismo durante la era colonial.4 Esto es significativo porque identifica una transformación, un período de inculturación, y nombra el aislamiento y la marginación de los mexicanos nativos como una condición que conduce al desarrollo de este fenómeno religioso. También es significativo porque la religión popular hispana sirvió para arraigar el cristianismo en las vidas de los nuevos cristianos de una manera en que la liturgia oficial no podía—maneras que fueron creadas por líderes laicos fuera de los templos y basílicas oficiales.
En el contexto Episcopal
En “Lugar en el mesón”, Olaiz explica que, en la Iglesia Episcopal, las Posadas han tomado diferentes formas.5 Algunas iglesias organizan un evento que se lleva a cabo en un día, y otras congregaciones lo hacen durante los nueve días completos. Algunas comunidades se reúnen en los barrios y otras lo hacen en la iglesia.
El padre Anthony Guillén, canónigo misionero de los Ministerios Latinos de la Iglesia Episcopal, también anima a las congregaciones a “experiment[ar] el aspecto encarnacional de las posadas”, como señala Olaiz. Guillén dice, “María y José han sido rechazados y no tienen techo. . . . El objetivo de las posadas es recordarnos cómo se siente tener el frío, estar agotado, y ser rechazado; por eso es importante que los peregrinos caminen un largo recorrido”.6
Una teología de la hospitalidad
Las Posadas es una celebración que se trata sobre cómo darle la bienvenida al extranjero, de la hospitalidad y de construir una comunidad. Irónicamente, cuando emigré a los Estados Unidos, muchos de los hogares que visité, para los que ayudé a organizar Las Posadas, eran hogares de familias indocumentadas que en algún momento de su viaje a los Estados Unidos se habían encontrado sin hogar. Habían estado buscando un lugar donde fueran bien recibidos, donde pudieran verse como parte de una comunidad y donde pudieran criar a sus hijos. Muchas de las familias habían estado viviendo en Bloomington, Indiana, durante muchos años, y sus familias extendidas también estaban aquí. Eran hogares en los que año tras año yo veía crecer a las familias.
Recuerdo particularmente una familia de Puebla, México, en la que la abuela había sido la primera en llegar. Todos los años, ella se sentaba orgullosa a mi lado y comenzaba a presentarme a los nuevos nietos y bisnietos. Tenía tres hijas y todas ellas venían a celebrar Las Posadas. Todas participaban en la cocina y todas traían a sus esposos, esposas e hijos. Aunque no eran una familia particularmente adinerada, estaban orgullosos de ofrecer una impresionante muestra de comidas tradicionales, no solo para los miembros de nuestro ministerio latino, sino para cualquiera que viniera. Los extraños eran bienvenidos y se convertían en amigos, sin hacer preguntas. Rechazar la comida habría sido una gran ofensa, y como yo estaba a cargo de la música, dejar de cantar habría sido visto como arrogante de mi parte.
En un momento en los Estados Unidos donde gran parte de la retórica política ha criminalizado y deshumanizado las vidas de nuestros vecinos inmigrantes, las palabras en las sagradas escrituras resuenan con renovada urgencia: “Cuando un extranjero resida con ustedes en su tierra, no oprimirán al extranjero. No hagan sufrir al extranjero que viva entre ustedes. Trátenlo como a uno de ustedes; ámenlo, pues es como ustedes. Además, también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor su Dios” (Levítico 19:33–34); y “No oprimirán ni harán injusticia al residente extranjero, porque extranjeros fueron ustedes en la tierra de Egipto. No maltratarás a ninguna viuda ni a ningún huérfano” (Éxodo 22:21–22). Hemos aprendido una y otra vez de las historias de valientes mujeres inmigrantes bíblicas como Rut, Agar, Rebeca y María que el bienestar del pueblo de Dios está estrechamente vinculado al bienestar de los más pequeños entre nosotros.
Este año, te invito a experimentar Las Posadas en tu comunidad. Pero, en lugar de ponerte en la posición de quien extiende la hospitalidad o se acerca, permítete experimentar la hospitalidad de una familia latina. Este año, haz espacio en tu corazón para aceptar un lugar en la posada, para aprender a cantar villancicos en español, caminar al lado de los peregrinos, tocar a la puerta de un extraño y ser bienvenido en su casa. Prueba la deliciosa comida preparada por una amorosa familia inmigrante, lleva a tus hijos a romper una piñata y celebra los dones de Dios compartidos indiscriminadamente en tu comunidad.
Obras citadas
- Hugo Olaiz y Yuri Rodríguez, “Lugar en el mesón: Ideas para celebrar posadas” (Forward Movement, 2015), 1. ↩︎
- Olaiz y Rodríguez, “Lugar en el mesón”, 1. ↩︎
- J. Jorge Klor de Alva, “Aztec Spirituality and Nahuatized Christianity”, en South and Meso-American Native Spirituality: From the Cult of the Feathered Serpent to the Theology of Liberation, eds. Gary H. Gossen y Miguel León-Portilla (New York: Crossroad, 1997), 175. ↩︎
- Ibid. ↩︎
- Olaiz y Rodríguez, “Lugar en el mesón”, 1. ↩︎
- En ibid., 2. ↩︎
Crédito de la foto de “Piñatas for sale at the Tlalpan Market in Mexico City” (16 de diciembre de 2023): Paricutina, Wikimedia Commons; esta obra está en el dominio público (Creative Commons CC0 1.0 Universal Public Domain Dedication)