“Las experiencias educativas más vívidas y duraderas que puede tener un niño son las que involucran teatro”.
¿Por qué hacer una obra de Navidad?
¿Por qué volverse aún loco durante el mes de diciembre cuando la vida (especialmente la vida con los niños y con la Iglesia) es lo suficientemente loca? ¿Por qué montar esta obra de teatro? ¿Porque es adorable y nostálgico? ¿Porque crea recuerdos bonitos? ¿Es esto suficiente? ¿Justifican estos resultados todo el trabajo?
Hay una pregunta más profunda: ¿Puede una obra de Navidad realmente proclamar el Evangelio? A menudo he dicho que una obra de Navidad proclama el Evangelio si cuenta nuestra historia de fe en el contexto de la liturgia. Cuando contamos nuestra historia de fe en el contexto de la liturgia, suceden al menos cuatro cosas:
- Se permite que la narrativa, la imagen y la metáfora hablen por sí mismas, para dotar la imaginación del oyente con herramientas para lidiar con cuestiones de fe, esperanza, amor y testimonio.
- La historia se presenta no simplemente como un vehículo para exponer conceptos sobre Dios y preceptos de conducta, sino como un acto autónomo, irreductiblemente extraño y poderosamente formativo en la vida de una comunidad que recuerda y adora.
- Las historias de la Escritura no se ofrecen de forma aislada como paradigmas absolutos del encuentro humano con Dios, sino en contexto, dentro de toda la historia de la Biblia y la salvación.
- La historia no se cuenta una sola vez, sino una y otra vez, y se incorpora de esta manera a los corazones y cuerpos de los participantes y oyentes a través del ritual, la oración y los sacramentos.
Una obra de teatro con una moraleja puede tener un mensaje edificante, pero no puede formar a los participantes ni a la audiencia de la manera profunda y duradera que lo hace la liturgia. Nuestros niños escuchan – y de paso memorizan- muchos contra mensajes, especialmente en Navidad, en la televisión e incluso en la clase de música de la escuela o en el coro. Es por eso todavía más importante que las obras de Navidad tengan un lenguaje bíblico real, o que vuelvan a contar la historia con palabras y música lo suficientemente mordaces como para soportar la repetición de la narración y la escucha, año tras año.
Elegir un guión
El guión de la obra debe tener suficiente autenticidad como para que los niños y niñas puedan disfrutar al escuchar las palabras y los villancicos cada año a medida que crecen en experiencia y comprensión. De esta manera, los niños crecen lentamente junto con las palabras hasta que realmente saben lo que significan y se dan cuenta de que, sin ningún esfuerzo consciente, han asimilado porciones cruciales de las Escrituras y las han convertido en parte de su propia historia personal.
Un guión que sea complicado o satírico no se permanecerá en el tiempo. Esto implicaría andar buscando novedades todos los años. Los niños prosperan con la repetición: les encanta la seguridad de un guión que es el mismo todos los años, en el que los niños más pequeños son siempre las ovejas y los de primer grado los ángeles bebés, y esperar a cuando estés en cuarto grado para que te toque ser María o Gabriel. A los niños incluso les encanta que las canciones sean en su mayor parte las mismas, presentadas con amor cada año, como los adornos favoritos del árbol de Navidad.
Aprendizaje profundo
Las experiencias educativas más vívidas y duraderas que puede tener un niño son las que involucran teatro. Nada más proporciona una inmersión tan total en el tema, tal encuentro en sus propios términos. Ensayar un guión; escuchar sus palabras una y otra vez, y luego adentrarse en él, poner en movimiento sus temas; para vestirse y fingir; observar la correspondencia que se despliega gradualmente entre palabras e imágenes, llegando al momento en que estamos ahí afuera frente a todos y todo depende de nosotros; ser parte de un equipo que hace algo real de lo que al principio era solo una idea; para finalmente recibir los aplausos… no hay nada como eso.
Ninguna cantidad de material didáctico, ni siquiera proyectos prácticos, puede proporcionar una ruta tan directa hacia lo más íntimo del niño. Porque ningún otro proyecto involucra tanto al niño, durante un período tan largo de intensa concentración. Y ninguna otra actividad construye una comunidad de manera tan confiable entre los participantes, o atrae tantos elogios de la congregación en general.
Guiar a una comunidad de fe en este proceso, año tras año, es tener el privilegio de ver cómo la liturgia, la tradición y la comunidad toman forma, crecen y dan frutos. ¡Así que adelante! ¡Haz una obra de Navidad!
Gretchen Wolff Pritchard es la autora de Go, Tell It on the Mountain, una colección de guiones de obras de Navidad, que actualmente se está revisando y ampliando. También crea, ilustra y publica la serie de leccionarios para niños The Sunday Paper. Otros proyectos incluyen kits de cuentos de fieltro de Beulah Land; ¡Aleluya! Amén; y Vida nueva. Consulte el libro de Gretchen Ofreciendo el Evangelio a los niños y su blog en thesundaypaperblog.wordpress.com.
Traducido por Luis Hernandez Rivas.
Luis is a seminarian studying at Virginia Theological Seminary and a Postulant for Holy Orders from the Diocese of New York. A member of the Franciscan Solidarity Table, Br. Luis is also part of the team of facilitators of Academia Ecuménica de Liderazgo, the Council of Advice of Latino Ministries, and other church wide initiatives. He is an aviation afficionado and loves local restaurants and long walks with his spouse Ken and their dog Jon.