Hace poco hemos celebrado la fiesta de La Presentación del Señor en el Templo y ello nos ofrece una oportunidad para conversar sobre una tradición que se ha ido abriendo paso en nuestras comunidades: la presentación de los recién nacidos en la iglesia.
La fiesta de La Presentación del Señor
Cuarenta días después de la Navidad, muchas tradiciones litúrgicas celebran la fiesta de la Presentación del Señor (Cf. Lucas 2: 22-40). La conmemoración se originó en Oriente y a mediados del siglo V ya se había extendido hacia Occidente. La celebración se basa en las leyes de pureza ritual descritas en el libro del Levítico:
El SEÑOR habló a Moisés diciendo: “Habla a los hijos de Israel y diles que cuando una mujer conciba y dé a luz a un hijo varón, será considerada impura durante siete días; será impura como es impura en los días de su menstruación. Al octavo día será circuncidado el prepucio de su hijo, pero la mujer permanecerá treinta y tres días en la sangre de su purificación. No tocará ninguna cosa santa, ni vendrá al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación.
Levítico 12:1-4
En el pasado, esta celebración era conocida también como la Purificación de la Virgen María. Así la mantuvieron los primeros Libros de Oración Común: La Presentación de Cristo en el Templo, Comúnmente llamada La Purificación de la Santa Virgen María.
Presentación de bebés en la Iglesia
El deseo de solemnizar el nacimiento de una nueva criatura y de consagrarla a Dios ha tomado diferentes expresiones en la comunidad cristiana. Muchas tradiciones, entre ellas la anglicana, practican el Bautismo de Infantes, que es cuando los niños pequeños son bautizados a petición de los padres, tomando estos y sus padrinos el compromiso de educarles en la fe cristiana. Otras tradiciones requieren la edad adulta para el Bautismo y en cambio celebran una presentación de los bebés en el templo, siguiendo el ejemplo de Lucas 2. Muchas de estas celebraciones contienen elementos comunes con el Bautismo (salvo por el Bautismo en sí, claro está): bendición de las criaturas, el compromiso de los padres con la educación en la fe, e incluso a veces pactos similares en naturaleza al compromiso bautismal.
Con el crecimiento de comunidades evangélicas en Latinoamérica y la consecuente porosidad que esto implica, muchas comunidades están teniendo que ofrecer una respuesta pastoral a personas que, tras ser recibidas en la Iglesia Episcopal, desean honrar esta tradición. En otros casos la práctica se ha extendido tanto que los fieles la solicitan, independientemente de si han formado parte de comunidades evangélicas o no.
Como ante todo reto pastoral, hay numerosas respuestas. Algunos, tratan de redirigir a la familia al Bautismo, en vez de la presentación de las criaturas en la Iglesia. Otras comunidades han creado liturgias similares a las de la comunidad evangélica y las han incluido dentro de la celebración de la Santa Eucaristía, y quizás como un primer paso de preparación al bautismo. (Un ejemplo de uno de estos ritos se puede descargar aquí). Esta opción sin embargo ofrece un reto en sí misma, ya que, debido a su parecido, se puede prestar a confusión con el Bautismo. Este es un elemento a tener en cuenta al decidir cual opción tomar.
Una oportunidad
Por otro lado, esta situación puede ser una oportunidad para recobrar un rito tradicionalmente anglicano que ha formado parte del Libro de Oración Común y que ha sido la respuesta de nuestra tradición al texto del segundo capítulo del Evangelio según San Lucas. Paralelo a la presentación del Señor, este rito pastoral, conocido originalmente como Acción de Gracias después del Parto, comúnmente llamada la purificación de las mujeres, ha existido en nuestra liturgia desde tiempos de la Reforma.
Actualmente, este rito subsiste, en una versión más contemporánea en lenguaje y teología, bajo el nombre de Acción de Gracias por él Nacimiento o la Adopción de un Niño, en la página 361 del Libro de Oración Común. La propia descripción del rito en el libro muestra muchas similitudes con la presentación de bebés en la iglesia: Tan pronto como sea conveniente después del nacimiento de un niño, o de su adopción, los padres, junto con otros miembros de la familia, deben venir a la iglesia para que la congregación les dé‚ la bienvenida, y para dar gracias a Dios todopoderoso. (Libro de Oración Común, p. 361).
Este rito se celebra idealmente en el contexto de la comunidad reunida para la Eucaristía dominical, donde la Iglesia -y la familia- puedan agradecer a Dios por el don de la vida de la criatura. El rito incluye incluso una oración invitatoria para los niños que no han sido bautizados aún.
La nueva realidad religiosa que estamos viviendo puede ser para nosotros una oportunidad para conocer y adentrarnos más profundamente en las riquezas de nuestra tradición. ¡Aprovechémosla!