El año pasado muchas personas comenzaron a compartir información sobre el duelo en las redes sociales. La crisis del 2020 nos hizo darnos cuenta de que estábamos viviendo una serie de pérdidas a un ritmo que demandaría una revisión de nuestra experiencia del duelo, mientras nos recuperamos de esta experiencia. Esta es la primera entrega de una serie de tres artículos que tratarán de acompañarnos mientras entramos a una nueva etapa de la pandemia.
Usualmente, o al menos en mi experiencia personal y profesional, cuando escuchamos la palabra “pérdida”, la asociamos con el fallecimiento de una persona. Sin embargo, aunque este es uno de los distintos tipos de pérdidas que podemos experimentar como seres humanos, no es el único.
Según los autores Mitchell y Anderson en su libro titulado “All Of Our Losses, All Of Our Grief: Resources For Pastoral Care”, existen seis tipos de pérdidas que pueden ser parte de nuestra vida. Cada vez que experimentamos cualquiera de estas pérdidas o una combinación de ellas, entonces vivimos un proceso de duelo. (sobre este tema hablaremos en detalle más adelante en esta serie).
¿Cuáles son estos seis tipos de pérdidas?
Segun los autores, los seis tipos de perdidas son pérdida: material, relacional, interfísica, funcional, de rol y sistémica. Aunque no las profundizaremos hoy, sí nos enfocaremos en algunas acciones prácticas que podemos llevar a cabo para empezar a procesar estas pérdidas y los procesos de duelos asociados con ellas.
Por ejemplo, algunas de las pérdidas de las que más se habló el año pasado, directa o indirectamente, fueron:
- Relacional: cuando perdemos una relación, ya sea por la muerte de un ser querido, un divorcio o el fin de una relación entre amigos, entre muchas otras opciones. En resumen, es cuando perdemos la posibilidad de cercanía e intimidad con una persona.
- Rol: pérdida de un rol en particular. Por ejemplo, si soy líder de un grupo en mi iglesia y por algún motivo ya no puedo seguir en ese rol, sentiré una pérdida.
- Sistémica: todos somos partes de sistemas. Nuestra familia es un sistema, nuestra iglesia y nuestro trabajo también lo son. Cuando cualquiera de estos sistemas cambia, entonces vivimos una pérdida. Por ejemplo, si el sacerdote de nuestra congregación se va a otra iglesia, nuestro sistema (la iglesia local) pasará por un duelo.
¿Qué sentimos cuando nos enfrentamos a estas pérdidas?
Vivimos un proceso de duelo, que como hemos dicho antes, es la respuesta natural y necesaria ante una pérdida. A su vez, el duelo tiene componentes emocionales, físicos, espirituales, mentales y sociales. Debemos recalcar que todos vivimos nuestro duelo de maneras diferentes. No hay una sola forma de vivir nuestro duelo, ni una forma correcta o mejor de hacerlo. Todas son válidas.
Además, el duelo es un proceso emocional y conductual para llegar a aceptar que una pérdida ocurrió en nuestras vidas, una pérdida no deseada.
Entendiendo el Proceso de Duelo
- El proceso de duelo no elimina por completo el dolor.
- La pérdida de un ser querido no es algo que se supera por completo.
- El propósito de un duelo saludable es que la persona no viva una vida limitada, que pueda sentirse feliz de nuevo y que vea nuevas posibilidades en su vida.
Según Elisabeth Kübler-Ross, pionera en el tema del duelo, quien dio a conocer su modelo en su libro “Sobre la muerte y los moribundos” (1969), existen cinco etapas en el proceso de duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
Muchas personas creen que estas etapas se deben vivir en orden, pero no es así. Podemos empezar en la depresión y luego pasar a la ira, para después llegar a la negación. Cada persona vivirá estas etapas de formas diferentes y se puede avanzar y retroceder entre ellas.
En los próximos artículos seguiremos profundizando en estas etapas y cómo se pueden manifestar. Antes de seguir avanzando es necesario tomar un momento para conocer qué podemos hacer desde nuestras comunidades de fe para ayudar a quienes están enfrentando diversas pérdidas.
Acciones Prácticas
- Identificar a las personas de nuestra iglesia quienes están viviendo alguna pérdida y ofrecer ayuda concreta. Por ejemplo, preparar una serie de almuerzos y cenas para que, si se sienten muy desanimados para cocinar, tengan algo que comer. También podemos ofrecernos a ayudarles a limpiar su casa o ir a buscar a sus hijos a la escuela. Todas estas acciones ayudan a que la persona se sienta menos abrumada.
- Formar grupos pequeños donde se enseñe sobre estos temas o se utilice un libro para iniciar una discusión sobre el tema de las pérdidas y el duelo. Algunos libros que se pueden utilizar para este fin son: Sanador Herido de Henri Nouwen; Sobre la muerte y los moribundos de Elisabeth Kübler-Ross y No me dejes solo de Roberto Amparo River.
En los próximos artículos seguiremos aprendiendo sobre el duelo y sus etapas, cómo podemos ayudarnos a nosotros mismos y a otros que se encuentren viviendo estas experiencias.